1 de mayo: Urge mejorar los salarios y el empleo en el Perú
Al conmemorarse un Día del Trabajo más, es pertinente señalar que tras diez años de crecimiento económico sostenido en el país, los trabajadores peruanos y sus familias aún no sienten en sus bolsillos las bondades de tener las cifras macroeconómicas en azul por tanto tiempo.
Al contrario, la regresión en la distribución de la renta nacional es uno de los males que más se ha acentuado en el país en las últimas décadas, situación que no ha cambiado ni siquiera con la llegada del crecimiento.
Tanto, trabajadores públicos y privados del mundo urbano, como independientes del mundo rural han visto reducir sus ingresos significativamente tal como muestra el siguiente gráfico:
A pesar que en la última década, la producción de bienes y servicios en el país casi se ha duplicado –principalmente debido al aumento de la productividad [1]-, el salario mínimo real tan solo creció 1 por ciento, y el salario medio real 0.9 por ciento [2]. Es decir, hubo más plata pero se repartió peor, lo que confirma que “crecimiento económico” no es igual a “bienestar de la población”, pues para ello se necesitaría de un acuerdo social, en el que el reparto de la riqueza se haga más equitativamente, y eso escapa al campo de la economía para ubicarse más en el de la política.
Precisamente, la parte más política de la economía es la distribución del excedente, que tan solo tiene tres destinos posibles: utilidades, impuestos y salarios. De estos tres, lo que más ha crecido en el Perú son las utilidades de las empresas, pues tanto la presión tributaria, como la participación de los salarios en el PBI se mantienen en niveles bastante bajos.
De cada 100 soles que se producen en el Perú, solo 15.3 van a la caja fiscal vía impuestos (presión tributaria 2011) y 21.2 a los trabajadores vía salarios, mientras que 63.1 representan las ganancias del capital y en menor medida (10%) la de los independientes (excedente de explotación).
En el caso de los salarios, la falta de mecanismos periódicos y previsibles de aumento de las remuneraciones en relación con inflación y productividad; y la satanización de los sindicatos y –en consecuencia- la práctica desaparición de la negociación colectiva, convierte cada aumento salarial en una intensa lucha hasta ahora perdida por los trabajadores.
Esa derrota del campo laboral se ha intensificado conforme la economía ha ido creciendo más, lo que configura un escenario de desigualdad creciente. La participación de los ingresos de los trabajadores como porcentaje del PBI ha caído de 25.1 a 21.2 por ciento en la última década [3] y ni que decir si tomamos como punto de partida el año 1990, cuando los trabajadores se quedaban con el 30.1 por ciento de la torta del PBI.
Para entender este indicador podemos decir que de cada 100 soles que se producen hoy en el Perú, 21 soles con 20 céntimos equivalen al salario de los trabajadores, mientras que hace 10 años, antes de la bonanza, ese salario equivalía a 25 soles con 10 céntimos, y hace 20 años equivalía a 30 soles de cada 100.
Si eso sucede en el sector del empleo formal, la gran parte de la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada que se encuentra en el subempleo o informalidad laboral, además afronta la ausencia de cobertura de seguridad social de salud y pensiones, entre otros beneficios sociales.
De otro lado, el excedente de explotación ha pasado del 58.3 al 63.1 por ciento del PBI en los últimos diez años, tendencia que venía en aumento desde 1990 en el que representaba el 52.7 por ciento. El siguiente gráfico ilustra la brecha entre salarios y excedente de explotación y muestra como se hace cada vez mayor. A eso se le conoce como la boca de cocodrilo.
Esa es la paradoja del crecimiento con desigualdad, la misma que explica que a pesar del llamado “milagro económico peruano” cada vez más peruanos y peruanas busquen oportunidades en el extranjero.
En efecto, ni en los años en que la bancarrota fiscal, la hiperinflación y la guerra interna parecían acabar con el país, teníamos a tantos compatriotas migrando. A fines de los ochenta e inicios de los noventa, salían del país aproximadamente 50 mil peruanos anualmente a buscar trabajo en otras latitudes. Esa cifra se ha multiplicado por cinco en la actualidad, es decir 250 mil personas salen anualmente del territorio peruano a buscarse la vida.
Es que puede haber más trabajo, pero los salarios son lamentables. Desde la mano de obra menos calificada hasta la más calificada, o dicho de otro modo, desde el trabajo doméstico hasta el trabajo de un cirujano se remunera mucho más en países incluso vecinos con menor crecimiento que el Perú.
Además de exportar materias primas, terminamos exportando gente, y mucha de ella con talento.
Por ello, Otra Mirada, al tiempo de saludar a los trabajadores y trabajadoras en su día, demanda un cambio en el enfoque de la política laboral. No basta solo con el segundo tramo del aumento del salario mínimo prometido durante las elecciones. Se requiere un nuevo marco jurídico que acabe con el empleo precario y uno de los instrumentos para ello, es la Ley General de Trabajo, cuya aprobación en el Congreso debe ser prioritaria.
Asimismo, el aumento de las remuneraciones debe ser institucionalizado, pues la mejora salarial promueve y estimula la recuperación del mercado interno, que en tiempos de crisis global es clave. Por ello, un pacto que incluya mecanismos periódicos de reajuste salarial y una mayor promoción de la negociación colectiva sería un primer y adecuado paso.
Pero además del impacto positivo para la economía en general que genera el aumento de la capacidad adquisitiva de la población, supone una condición para su propio bienestar y felicidad, y eso redunda en el fortalecimiento de la democracia.
No es solamente un tema de equidad, se trata de sentar nuevas bases de crecimiento y acumulación. Ese es el reto.
Publicado originalmente en Otra Mirada
[1] De acuerdo a los estudios publicados por el Servicio de Estudios Económicos del BBVA.[2] Según el Panorama Laboral 2011 para América Latina y El Caribe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).[3] Según el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI).