Diez Canseco, la persona y el militante
La contundencia de la situación que nos convoca, las dificultades de salud por las que atraviesa nuestro amigo y compañero Javier Diez Canseco, permite que delante de nuestros ojos pase una vida y con ella la estela de una generación. La vida de Javier ha sido como un rayo, fuerte y luminosa, pero no efímera, su impronta nos ha enriquecido a todos y le ha señalado a los que vendrán lo que es posible e imposible hacer y lo importante que es entregarse a ambos empeños.
Mi primer recuerdo no es el de Javier, sino el de Diez Canseco el militante. Era alguna reunión de principios de los años setenta en la que nos habló de su trabajo de organización sindical en las minas del centro. Su hablar directo con el que nos dio su informe, es el mismo que mantendrá en las conversaciones personales y en sus discursos públicos durante toda su vida. Claro, coherente, con los hechos a la mano, escrupuloso con el sentimiento de la gente. Esta sola actitud, en un país especializado en hablar a media voz y con desprecio por los demás, se convertiría en una denuncia cuando efectivamente se trata de una injusticia, alguna corruptela o la violación endémica de nuestra soberanía nacional.
Confieso que me costó acercarme a Diez Canseco. Es difícil, además, en un país con una reacción especialmente cavernaria, mostrar a la persona junto con el militante. Uno tiende a protegerse con alguna armadura esperando que venga un ataque de cualquier parte. Fueron años o mejor dicho décadas de militancia común las que me permitieron apreciar a la persona detrás del militante. Vuelvo a recordar, corría marzo de 1991 y yo escribía una tesis en Nueva York, hacía poco que se había roto Izquierda Unida y la escisión nos había agarrado en bandos distintos. No nos hablábamos. Era mi cumpleaños y en eso tocaron el timbre de mi departamento. Eran Liliana y Javier de visita en la ciudad que con una botella de vino venían a compartir. El gesto pudo más que las distancias. Ese día supe que habían sonrisas que trascendían la desconfianza.
"Creo que la lección de vida de Javier es su militancia tenaz"
En la política, la voluntad de acero de Javier que surge de su experiencia personal, será la insignia de su trayectoria y lo llevará tantas veces al parlamento, literalmente alzado en cientos de miles de votos preferenciales, porque propios y extraños lo preferirán como el guardián de la moralidad pública. Esto mismo, sin embargo, será una dificultad para trascender más allá de sus propios linderos cuando tentó un liderazgo mayor. Nos pasó en las elecciones del 2006, allí volvimos a comprobar la diferencia entre la corrección de las propuestas y la dificultad para encarnarlas como identidad popular. Nuevamente estaban delante, no solo una derecha que lo tiene a la cabeza de sus odios, sino también un electorado asustado por perder lo que no tiene.
Estos años han sido duros para la izquierda y creo que duros para Javier. No solo por los contratiempos de la lucha política que mal que bien los asume el militante, sino por la podredumbre que hemos tenido que soportar, surgida de la política pero que casi inevitablemente afectan a la persona. El viraje del gobierno de Ollanta Humala y la falsa acusación de corrupción que le hicieron en el Congreso de la República, han sido creo las gotas que rebasaron el vaso en el caso de Javier. La podredumbre en la vida pública enferma. ¡Qué duda cabe! Solo están vacunados los que se protegen con la coraza del cinismo.
Creo que la lección de vida de Javier es su militancia tenaz. Aquella cualidad que la derecha ha llegado a zaherir en los últimos años contraponiéndola a la opción individual y al sálvese quien pueda. Me refiero al compromiso con la causa del socialismo como horizonte de lucha por la justicia, la democracia y la soberanía nacional. Pero algo más, el convencimiento de que este compromiso no podía ser fructífero sino era organizado políticamente, con objetivos claros a realizar. Algunos consideran esto como sectarismo en Javier Diez Canseco, creo por el contrario que esta actitud es la que le permite mantener a Javier su compromiso de vida, ser ejemplo y trascender a las pequeñeces de nuestra política criolla. Como dice el poeta y han repetido en estos días, eres de los indispensables. Gracias y fuerza compañero.