El triunfo de la esperanza
La victoria de Ollanta Humala y Gana Perú significa el triunfo de la esperanza en un cambio que traiga bienestar para todos los peruanos. Tener una esperanza a la mano es muy importante para un pueblo como el peruano abatido por diferentes males en los últimos 30 años. Me refiero al terrorismo, la hiperinflación, la dictadura y finalmente el continuismo de los gobiernos elegidos en la última década. Además, cuando ha habido cosas buenas, con el crecimiento de los últimos años, este ha beneficiado solo a un sector pequeño de la población. En estas condiciones volver a tener esperanza es crucial para el Perú.
Estas ganas de volver a creer en un futuro se han manifestado con una solidez poco usual. Primero en la manera como un sector muy importante de ciudadanos fue sumando su apoyo a Ollanta Humala en la primera vuelta, que fue el 9% al 31.7% de las preferencias, derrotando el cerco mediático primero, y la campaña de demolición después, contra el candidato nacionalista. Luego, en el recibimiento positivo que tuvo la política de búsqueda de consensos en la segunda vuelta. En este punto, es muy interesante cómo lo que la mayor parte de comentaristas tomaron como oportunismo o inconsistencia el electorado lo leyó como una muestra de apertura, brindando el 20% restante que era indispensable para el triunfo definitivo del 5 de junio.
Para quien haya recorrido el país luego de la primavera vuelta hay otro sentimiento fundamental que no ha sido tomado en cuenta por la mayoría de los medios: la gran alegría causada por estos triunfos populares. Cómo se ha celebrado a lo loargo y ancho del Perú el triunfo en primera vuelta y luego la celebración masiva en la plaza Dos de Mayola noche 5 de junio. Es curioso, sin embargo, cómo la alegría por los triunfos y la esperanza consecuente han sido marginados por el poder mediático y tratando de instalar al miedo como el sentimiento dominante en la población. Más curioso todavía cómo los contundentes desmentidos de las urnas no modifican, sino en casos muy puntuales, el afán de instalar otro sentimiento que se ha probado no es mayoritario.
Es hora que la experiencia lleve a todos a la reflexión, para que la voz de los ciudadanos empiece a tener alguna influencia en nuestro juicio y podamos desarrollar una cultura democrática en la que no pretendamos imponer nuestra agenda sino interactuar con el pueblo soberano. Es una oportunidad también para que todos, en el gobierno o la oposición, sepamos estar a la altura de los sentimientos de la población.
Publicado originalmente en La República