La banalidad y el estigma
Conforme pasan los días luego del éxito electoral en Lima de Susana Villarán y Fuerza Social, han empezado a aparecer evaluaciones que se esfuerzan por colocarse en los terrenos de la banalidad (no ha pasado nada)y del estigma (marca negativa). En el primer caso se dice que Susana Villarán, más allá de lo que ella sea o quiera, no representa ningún triunfo, ni avance, ni apertura, hacia el lado izquiero del espectro político. El triunfo de Villarán se debería a su cara simpática, su imagen de honestidad, y sobretodo, al azar, producto de la tacha de Kouri. En el segundo, se hacen sonar todas las alarmas para señalar que, en las versiones más suaves, el mayor problema de Villarán fue su alianza con Patria Roja y, en las más duras, que ha ganado una terrorista, chavista (como publicó despistado el ABC de España) que quiere implantar una dictadura en el Perú.
Lo paradójico sin embargo, es que en ambos casos, tanto el análisis banal como el estigmatizador, atraviesan campos e incluyen tanto a partidarios como adversarios de Villarán y FS. ¿Que pretenden la banalidad y el estigma? Una izquierda domesticada. Es decir, una izquierda que no signifique ningún riesgo para la continuidad de este capitalismo salvaje. El primer paso para lograr una izquierda domesticada es decir que la izquierda no existe, ni como Villarán, ni como Humala, ni como Patria Roja. Todo lo que hay son caras bonitas, y las caras feas deben ser rechazadas porque dan asco. El segundo paso es autodesignarse guachimán de la democracia y señalar quiénes son aceptables y quiénes no. Este segundo paso es más dificil porque no tiene que ver solo con un miedo que deviene de banalidad sino también con un odio que deviene en estigma.
Para los estigmatizadores la conciencia respecto de la defensa del orden neoliberal es mucho más clara. Ellos saben que abrir cualquier posibilidad, la más pequeña que sea, al triunfo de un alternativa que rompa con el continuismo autoritario, cambie la Constitución y el programa económico, afecta los privilegios del pequeño grupo que controla el país. Es por ello que deben de convertir a los adversarios en enemigos y difundir odio social por la vía del estigma.
Estamos nada más en los comienzos y lo que hemos leído y escuchado no son sino los ensayos de lo que nos espera de cara a abril del 2011. Es fundamental la resistencia cívica a estas formas de desinformación, tal como ya se dio en estas elecciones, para que no impidan el voto por el cambio el próximo año.
Publicado originalmente en La República.