Ollanta y el tren fantasma
Una de las consecuencias del paro nacional ha sido la reiteración por parte de la Coordinadora Político Social de la convocatoria a una Asamblea Nacional de los Pueblos para el mes de noviembre, que debería –en la terminología del izquierdismo pasadista– ser el momento institucional de "acumulación de fuerzas" luego del paro del 9 de julio.
Por más que estos organizadores se han esforzado en señalar que la Asamblea de los Pueblos no pretende lanzar ninguna candidatura con vistas al 2011, es indudable su tufillo electoral y las ganas de convertir rápidamente "el éxito del paro" en una oposición política a la prepotencia neoliberal reinante. No tendrían la menor importancia estas intenciones si solo inflamaran a los partidos izquierdistas de la coordinadora en cuestión, con algunos de los cuales ya compartimos naufragios electorales en el 2006. El problema es que recuerdan gravísimos errores pasados y entusiasman, según se desprende de sus propias declaraciones, a ex candidatos como Ollanta Humala, que en su momento sí demostró gran arrastre electoral.
La primera cuestión es que el tan mentado éxito del paro nacional siendo real debe medirse en función de las condiciones presentes del movimiento social. El éxito ha sido el de una movilización nacional, débil en Lima e importante en el interior del país, sobre todo en las ciudades del sur y la selva. Además, y esto lo dicen las encuestas, contando con la simpatía abrumadora del ciudadano pasivo víctima de la política neoliberal. Pero ¡ojo! no confundir movilización y simpatía pasiva con paralización productiva y menos todavía oposición política articulada, que es incipiente.
Lo segundo, son los recuerdos. Y la tal Asamblea de los Pueblos recuerda a otro resonante fracaso de la izquierda: la Asamblea Nacional Popular que se llevó a cabo en Villa El Salvador en 1987. Esta como aquella tienen inscrita la tentación del paralelismo, el afán de otra democracia que sería auténtica en oposición a nuestra precaria democracia representativa. Ya hemos vivido en la izquierda el fracaso de varios remedos para tener que soportar otro más. Si bien por el poco peso político de los organizadores de esta asamblea el daño que pueden hacer es poco comparado con el que sí hizo la asamblea de los 80, en especial al liderazgo de Alfonso Barrantes y a la credibilidad de IU, no hay duda que se convierten en un obstáculo para renovar la representación progresista al insistir en caminos y personajes trillados.
Por último, y quizás si lo más importante: que un ex candidato con arrastre como Humala se entusiasme con la tal Asamblea. Quizás sea entendible –por su origen militar– que no tenga el recuerdo que tenemos otros y confunda la capacidad de movilizar minorías por parte de la coordinadora, con los millones de ciudadanos que lo favorecieron con su voto. ¡Cuidado! Porque semejante confusión lo puede llevar a quedarse atrapado en un pasado que no es el suyo y lejos del masivo electorado que tuvo.
Por ello la advertencia de que este remedo es un tren fantasma y que postularse a conductor del mismo a nada bueno puede conducir.
Publicado originalmente en La República