¿Provincia o país del primer mundo?
Extraño el título del CADE 2014 “Hagamos del Perú un país del primer mundo”. Justamente en el momento en que se hace patente el derrumbe del crecimiento impulsado por el modelo primario exportador -empezaron el año pronosticando un 6% y ahora dicen que será 2.6%- los organizadores de CADE nos proponen un país desarrollado como el reto fundamental de cara al bicentenario del 2021. El problema por supuesto, a tenor de las exposiciones planteadas, no lo encuentran en el modelo económico sino en la corrupción, el crimen organizado, la educación, la descentralización, la infraestructura, el sistema judicial; a lo sumo se refieren a la facilitación de inversiones o la diversificación productiva. En suma, parafraseando a Kundera, el problema está en otra parte.
¿Cómo entender esta ceguera en un momento de agotamiento del modelo extractivo? Recuerdo CADE 2010 en el Cusco, a donde fui acompañando al entonces candidato Ollanta Humala. Para sorpresa de todos, los organizadores del momento habían traído al economista norteamericano Michael Porter, insospechable de cualquier radicalismo anticapitalista, que ya en esa coyuntura señalaba que el modelo económico alcanzaría su techo y que le urgía al Perú una modificación del mismo promoviendo la manufactura y las cadenas de valor. Curiosamente, tanto la crítica como las recomendaciones, se acercaban mucho a lo que en ese entonces planteaba el candidato Humala y su Programa de la Gran Transformación. ¿Qué pasó entre el 2010 y el 2014 que el mismo CADE pasó de dudar a nuevamente santificar el modelo, a pesar del patente agotamiento?
Pues muy sencillo, la ausencia hoy de un desafío al control casi total de la economía y la política por parte de los grandes empresarios, luego de la defección de Humala, su captura por estos mismos grandes y la incapacidad, hasta el momento, de otra oposición al modelo neoliberal. Tan en control se sienten que Pablo de la Flor en el discurso inaugural le toma la lección al gobierno y dice que entre el anterior CADE 2013 y ahora se ha avanzado en tres de las siete metas que CADE propuso, claro en ministerios colonizados por sus partidarios como economía, salud y educación. Esta cortedad de miras, porque el debate hoy no es ideológico sino empírico ya que las cifras del agotamiento las manejamos todos, tiene que ver con la pobreza de nuestras élites más interesadas en el corto plazo de sus bolsillos que en el largo plazo del Perú.
Por ello, es difícil creer que piensen en nuestro país como en uno del primer mundo, algo prácticamente imposible con esta forma de crecimiento económico. A lo que se deben estar refiriendo es al Perú como una provincia del primer mundo, es decir, como lo que realmente somos, una entidad dependiente de los grandes poderes mundiales, especialmente de los Estados Unidos. Este planteamiento equívoco de CADE 2014, a la luz del devenir del propio modelo, ratifica una vez más la confusión que ha habido históricamente en la visión del país por parte de los que mandan. Cuando dicen Perú no se refieren a país independiente, sino a una entidad que considera indispensable someterse a otros, más poderosos, para desarrollarse.