¿Qué crisis trae este ruido político?
Lo que pasa en la política peruana en la actualidad es que la forma de gobernar de los últimos 25 años, me refiero a la gobernabilidad neoliberal, ha entrado en crisis. Como lo ha dicho Sinesio López el gobierno de los ricos con el apoyo de los pobres ya no funciona más en el Perú. No es la primera vez en estos 25 años que esos síntomas de crisis aparecen en escena. Sucedió cuando se pasó de la dictadura de Fujimori al gobierno de transición de Valentín Paniagua, entre 1998 y 2001, sucedió también cuando la ineptidud de Toledo lo llevó entre 2004 y 2005 a un sótano de popularidad de 8% durante 13 meses, volvió a pasar con la crisis de los Petroaudios entre los años 2008 y 2009, cuando se revelaron los hilos del gobierno oculto durante el segundo período de Alan García.
Todas estas crisis, sin embargo, tenían un elemento común, eran crisis en las alturas, peleas entre diversos grupos que apoyaban todos el modelo económico neoliberal y la democracia restringida. El “quítate tú pa’ ponerme yo” del que hemos hablado tantas veces. En cada uno de esos tres momentos anteriores faltaban uno de los otros dos elementos centrales para que haya crisis estructural: la crisis económica y el movimiento social. La crisis económica1998-2000 no es una crisis de fin de modelo y el movimiento social, salvo hipos esporádicos, se ha caracterizado por su ausencia casi hasta ahora.
Pero con el gobierno de Ollanta Humala las cosas cambian. A la crisis en las alturas se suman una crisis económica de fin del modelo y acciones colectivas de protesta que podrían convertirse en un movimiento de masas permanente que sean un desafío para la gobernabilidad neoliberal. La ineptitud con la que Ollanta Humala ha manejado las cosas, peor aún que la de Toledo, pone también su granito de arena. La crisis económica, sin embargo, podría tardar en madurar y mucho depende de cómo se manejen las variables en este campo y las relaciones con el movimiento social, es decir, de cómo se haga economía política en los próximos meses y años, cosa en lo que este gobierno no ha sido especialmente ducho. Las acciones de protesta, por otra parte, si bien van adquiriendo repercusión nacional y el movimiento juvenil es una muestra de ello, todavía no se convierten en un movimiento permanente, a la manera de otros movimientos como el campesino, el obrero o el barrial en décadas anteriores.
Otro elemento fundamental es el avance de la corrupción que permea todos los niveles de gobierno, pero que en el país va de arriba hacia abajo. Los escándalos de Fujimori, Toledo, García y Humala son los ejemplos que imitan alcaldes y presidentes regionales y que llevan a la aguda desconfianza del pueblo en la política para tener solución a sus problemas. Esta desconfianza es uno de los escollos más difíciles de superar para movilizar a la población, sobre todo después de la traición de Ollanta Humala, por lo que generar esperanza se convierte en una cuestión crucial para una nueva política.
Y lo que es más importante, no se avizora tampoco una nueva representación. Están por un lado los grandes empresarios que manejan el “poder tras el trono” y sus políticos, mayormente de ocasión, que se desperdigan en diferentes espacios y candidaturas. Ninguno es bolo fijo y si alguno de ellos está adelante es casi por descarte. La gobernabilidad neoliberal a estas alturas no produce ningún “puntero mentiroso”. Siguen siendo los mismos políticos que durante 25 años hicieron de tramitadores de las reformas económicas pero fueron incapaces de construir un régimen relativamente estable que a la postre los hubiera favorecido a ellos mismos. Esta es una buena medida del desprecio que sienten por el Perú.
Creo que se esperan otros políticos, cuyas relaciones con el poder sean tanto conflictivas como alternativas. Hoy no es el momento de confundirse sino de diferenciarse y no vemos con claridad a los diferentes. Empero, los que apostamos al cambio debemos tener cuidado. Si no cuaja una representación distinta podría congelarse el estancamiento económico, domesticarse al movimiento social y de esta manera gestarse las condiciones para una permanencia neoliberal en el poder. Sin embargo, esta permanencia neoliberal ya no sería como la actual sino con un filo claramente autoritario, necesario para mantener tranquilos a todos los que vayan despertando.
Así las cosas las penurias del Perú podrían prolongarse por otro quinquenio. Ojalá por ello que se pueda articular voluntad con estructura y volvamos a tener país y no solo plataforma exportadora de materias primas como ha sucedido en las últimas décadas.