Tantas veces senado
La aprobación por enésima vez en alguna Comisión de Constitución del Congreso de la República del regreso al Senado es nuevamente una buena noticia pero que despierta poco entusiasmo entre la población. La razón de este poco entusiasmo es la bajísima popularidad, que diversas encuestas sitúan en alrededor de un dígito, del actual Congreso. La gente dice si este es malo, más Congreso será igual o peor.
Sucede con este tema lo mismo que con la pena de muerte o la libertad de Fujimori. Una mayoría en las encuestas a favor de estas medidas, a pesar de la gravísima equivocación que ellas significan. ¿Por qué es buena la vuelta al Senado? Por razones tanto de función como de representatividad. Una segunda cámara, siempre que esta sea revisora de lo que se hace en diputados y sin iniciativa legislativa propia, mejora la calidad de las leyes. Asimismo, si a esta función agrega la de nombrar a algunos de los altos cargos del Estado como embajadores, directorio del BCR, defensor del pueblo, generales y almirantes, establece un control plural de este personal. Además, si a ello se suma la función de representación territorial, la elección de senadores por algún determinado territorio, esta se articula con la representación por proporción poblacional, que es la que rige para elegir al Congreso actual y la que regiría en la futura Cámara de Diputados.
En esto último, sin embargo, estriba un primer problema con el proyecto. Se plantea un Senado elegido por distrito único nacional con lo cual corremos el grave riesgo, por la actual centralización del país, de terminar teniendo una cámara limeña, llena de “figuras nacionales” pero con muy poca presencia del interior del país. Sería mejor, manteniendo el criterio territorial, elegir un senado por macro regiones, que expresara a los diferentes espacios territoriales del país y que pueda presagiar una futura organización macro regional del propio Estado. De esta manera, además, se podría vencer la resistencia de los representantes provincianos que se niegan con razón a lo que podría denominarse un senado patricio.
Por lo demás el costo de una segunda cámara, incluso si esta tiene 50 ó 60 miembros, podría perfectamente financiarse con el mismo presupuesto, de por si abultado, que tiene ya el actual Congreso. No hay que olvidar que este congreso unicameral de 130 representantes cuesta bastante más de lo que costaba el antiguo congreso bicameral de 240 representantes. Para empezar asesores y secretarias, como ya existe en otros países del mundo, podrían repartirse por bancada y no por representante como sucede en la actualidad.
Pero el problema mayor con esta propuesta de regreso al Senado no está en la idea misma sino en que se plantea de manera aislada. Las movilizaciones contra la repartija hicieron ver que la gente quiere una reforma política que mejore drásticamente la representación actual. La vuelta al Senado es solo una de las medidas indispensables de esta reforma política, las otras como eliminación del voto preferencial, financiamiento público de los partidos, eliminación del sistema de firmas para inscribirse, parecen olvidadas. Es más, el camino de la reforma política a una Nueva Constitución tampoco aparece en el horizonte legislativo, con lo que el tema del Senado queda nada más que como un aumento de curules para las ambiciones de la clase política.
Sería buena una reflexión en nuestros congresistas sobre los problemas que han impedido en el pasado el regreso al Senado para que sean salvados en el actual proyecto y tengamos finalmente una segunda cámara.