El efecto Susana
La colocación expectante de Susana Villarán en las encuestas a treinta días de la elección en Lima puede tener dos efectos importantes en la coyuntura inmediata. El primero, que recupere la votación izquierdista en la capital, perdida desde la debacle de Izquierda Unida veinte años atrás; y, el segundo, que presagie una coalición ganadora de las fuerzas progresistas de cara a las próximas elecciones generales del 2011.
El primer efecto parece estar a punto de lograrlo. Aparece con 20% en las encuestas y está en alza; culquier resultado por encima de esta cifra es un triunfo de proporciones. El menú en este caso va del logro de un bolsón de votos de centro izquierda, donde se incluye clase media progresista, nacionalismo y socialismo de distinto origen, hasta conseguir el triunfo electoral y la alcaldía de Lima. El electorado, sin embargo, no es el mismo que hace veinte años ni el centroizquierda que expresa Villarán similar a IU, lo que no quiere decir que se coloque fuera de esta tradición política, por lo menos en lo que a voluntad de cambio y lucha por la justicia social se refiere, luego de dos decenios de neoliberalismo.
"Aparece con 20% en las encuestas y está en alza"
El segundo efecto es harto más complicado porque tiene que ver con las elecciones generales. Si logra la alcaldía de Lima, el menos posible de los escenarios, casi todo estaría resuelto porque se asienta en la capital y se proyecta por sí sola como líder nacional hacia el futuro. Su triunfo, más allá de su voluntad, se convierte en un espaldarazo para el mejor colocado en el lado izquierdo del epsectro que es Ollanta Humala. Si se queda segunda en cambio, con votos propios y prestados aunque todos en su bolsa, la situación se complejiza. Aparece la tentación de la candidatura presidencial propia a la par que la posibilidad de una coalición ganadora en alianza con el nacionalismo. La primera opción sería una forma de invertir para el 2016 pero podría convertirse en una puñalada artera a la opción transformadora que encarna Ollanta. La segunda, la dificial convergencia del progresismo, el nacionalismo y los diversos izquierdismos, siempre de complicada convivencia sobre todo cuando de disputa de liderazgos se trata.
La derecha como el demonio acecha. Le disgusta profundamente el surgimmiento de Susana Villarán, pero no ceja en sus afanes de seducción. Hasta ahora sin embargo, hay que felicitarnos. El escenario ha cambiado para bien. Ojalá que hacia delante veamos sumas y no restas en función del cambio que el Perú reclama.