De la guerra sucia al Estado torcido
Un sector cada vez más importante de la derecha peruana quiere continuar con la guerra sucia del pasado para llevarnos a un Estado torcido. De ninguna otra manera se puede leer el uso reiterado que hacen de Sendero Luminoso para reprimir casi toda movilización de protesta, la satanización al extremo de los sentenciados por terrorismo que han cumplido su condena y ahora, el intento de modificación de las leyes que afectan a los miembros de las Fuerzas Armadas y policiales procesados por violación de derechos humanos. Es cierto que hay grave tardanza judicial en muchos casos, pero en lugar de pedir celeridad a la justicia buscan evitarla.
Este intento reaccionario tiene un profundo contenido ideológico que levanta su espada de Daocles contra la democracia. Y no es, tampoco, un hecho aislado. Va de la mano con el intento de negar la transición que lideró Valentín Paniagua y querer hacernos creer que el único modelo económico posible es el neoliberal. Imagínense, un Perú donde todos los que protestan son acusados de senderistas, la única pena es la cadena perpetua, la dictadura fujimorista es invención de algunos incautos y los violadores de derechos humanos caminan tranquilos por la calle. Por último, y quizás lo más importante para la reacción, donde el saqueo como política económica -tomando como ejemplo la explotación del gas de Camisea- es la norma.
"Nuestro país no quiere más guerra ni más dictadura".
Este paquete requiere terminar con el Estado de Derecho y reemplazarlo por un Estado torcido donde los derechos estén explícitamente restringidos para los que no comulguen con las ideas impuestas desde arriba. El Estado torcido es definitivamente otro régimen político y Alan García nos ha dado en los últimos años harta evidencia de que eso es lo que quiere para el Perú. PAra ello envía a sus mensajeros de turno a que "prueben las aguas" con una u otra medida que apunte en este sentido. Lo que sorprende es que las Fuerzas Armadas se asocien a este despropósito que las perjudica abiertamente y las pone contra la población.
Nuestro país no quiere ni necesita más guerra ni más dictadura, por ello hay que rechazar de la manera más tajante el intento de García y sus amigos de perpetuarse en el poder por la vía autoritaria. Es triste que hayamos pasado otros cinco años con un gobierno que se esfuerza por devolvernos al pasado.